Dark: Por un mundo sin Winden

Esta reseña contiene una primera parte general sin spoilers, y una segunda con spoilers.

Pocas veces hemos visto una serie que haya empezado tan bien para luego descarrilar tan catastróficamente. Y aunque todos conocemos casos en los que la necesidad de prolongar el producto televisivo en sucesivas temporadas desbarata narrativas inicialmente bien planteadas, en esta ocasión nos hallamos ante algo distinto. Estamos ante un descalabro ejecutado con precisión germánica.

En Dark, serie recientemente finalizada cuyas tres temporadas han sido emitidas en Netflix, se nos cuenta la turbia historia del ficticio pueblecito alemán de Winden, lugar donde la misteriosa desaparición de un niño y la investigación de ésta da lugar a una compleja trama de secretos y conexiones entre cuatro familias locales, vinculadas por una siniestra conspiración de viajes en el tiempo de alcance insospechado.

Todo está conectado.

Dark resultó especialmente estimulante para quienes apreciamos las narrativas coherentes y las historias de viajes en el tiempo, pues nos ofrecía un estilo narrativo distinto al del lenguaje audiovisual estadounidense u ocasionalmente británico al que estamos acostumbrados. Con un ritmo lento pero trabajado, cada escena de Dark es importante, y toda la serie está aderezada con unos elevados valores de producción.

Ya desde el primer momento, la trama se presenta densa, y se va enrevesando cada vez más, llegando a extremos imprevisibles cuando hay viajes temporales de por medio, pero en ningún momento se muestra deliberadamente críptica, y siempre se hace una buena gestión de la intriga. El nivel de complejidad de la serie, incrementado debido al gran número de personajes, es tal que supone cierto reto mental poder seguirla completamente y estar al caso de todos los detalles (no es ninguna tontería visionar la serie teniendo a mano un diagrama de personajes y relaciones que ir trazando y actualizando para no perderse; ¡de hecho, algunos personajes de la serie hacen uso de ese tipo de diagramas!), rehuyendo la típica simplificación a lo más básico para poder alcanzar un público más amplio.

A todo esto hay que añadir una mecánica de viajes en el tiempo coherente e integrada en la narrativa. Por lo menos en las dos primeras temporadas de la serie, donde el viaje en el tiempo y sus consecuencias seguían unas normas concretas que el guión respetaba, e incluso los efectos derivados de esa mecánica temporal constituían una parte importante de la trama. Más en concreto, la serie parecía contar con una mecánica temporal de «tiempo inmutable», que se caracteriza por la imposibilidad de alterar el pasado debido a que cualquier acción de un viajero del tiempo forma ya parte intrínseca de la historia.

Esta clase de mecánica temporal da lugar a las paradojas de predestinación, los así llamados «bucles temporales estables» en los que se descubre que las acciones cometidas en el pasado por un viajero del tiempo son también las causantes de las razones que, en la época de la que procede, motivaron su viaje en el tiempo (un ejemplo clásico sería la película The Terminator, donde un viajero del tiempo procedente del futuro acaba resultado ser el padre biológico de la persona que, ya adulta, será quien envíe ese viajero al pasado), así como a las «paradojas ontológicas», información y objetos que se transmiten del futuro al pasado y acaban siendo ellos mismos su propio origen, de tal forma que existen pese a no haber sido creados en ningún momento. En la trama de Dark abundan especialmente estos dos tipos de paradojas, y se presta mucha atención a explorar las dramáticas consecuencias que pueden ocasionar.

Entonces, ¿cómo se torció Dark? La primera temporada se dedica a ir poniendo las piezas sobre el tablero de juego, presentándonos a los personajes y sugiriendo la trama de fondo, dejándonos con muchas preguntas e intriga. La segunda temporada desarrolla lo planteado en la primera, a la vez que adquiere un tono algo distinto al estar planteada como una cuenta atrás hacia «el Apocalipsis».

Aunque la segunda temporada ya nos da algunos avisos del descalabro que se avecina, es en la tercera donde queda de manifiesto el estratosférico bluff en que deviene la serie. A pesar de que parezca seguir aplicándose un desarrollo del guión más o menos consistente, al final todo ese esmero en la planificación no conduce a nada, siendo quizás el máximo exponente de este viaje a ninguna parte la introducción a lo largo de la tercera temporada de toda una serie de nuevos y misteriosos personajes cuyas escenas se podrían eliminar por completo sin que eso tuviera repercusión alguna en la trama general de la serie. Tanto estos nuevos personajes como algunos a los que ya conocíamos adoptan la molesta costumbre de perderse en múltiples y soporíferas divagaciones en torno a la existencia de dos bandos y «la luz y la oscuridad», pero por mucho que parezca gustarles el tema, nunca nos llegan a aclarar en qué consiste cada uno ni el porqué de la adopción de un tono grandilocuente que acaba resultando ridículo. Es entonces cuando nos damos cuenta con horror de que los guionistas de Dark han decidido incorporar un par de elementos que habían procurado evitar en las dos temporadas anteriores: el relleno y la paja.

¿A nadie se le ha ocurrido tapiar la entrada?

Resulta especialmente doloroso ver cómo a lo largo de la tercera temporada de la serie se va malogrando un concepto fabuloso que uno de los protagonistas suele definir citando una frase de sir Isaac Newton: «Lo que conocemos es una gota, lo que ignoramos es un océano». Debido a las múltiples intervenciones de dos facciones de viajeros del tiempo con objetivos contrapuestos, la cadena de acontecimientos y manipulaciones que han tenido lugar en la línea temporal se ha vuelto tan enrevesada que los protagonistas sólo conocen unas pocas piezas de un puzle descomunal, ignorando cómo encajan y qué dibujo se supone que deben formar. Este planteamiento de hacer que los protagonistas se enfrenten a un misterio colosal que jamás llegarán a comprender en su totalidad se utilizó con gran acierto en la primera temporada de True Detective, donde eran plenamente conscientes de que todos sus triunfos y victorias sólo servirían para destapar una pequeña parte de un gigantesco iceberg que se mantendría siempre oculto a la vista. En Dark, por desgracia, esta premisa similar sólo sirve para que los guionistas, mostrando una pasión por los bucles temporales estables que acaba pareciendo una obsesión enfermiza, se dediquen a irlos encadenando uno tras otro hasta llegar a un punto de saturación, sobre todo porque buena parte de estos bucles no aportan nada a la trama salvo la supuesta sorpresa de hasta qué punto se pueden complicar los árboles genealógicos de los personajes de la serie.

Por último, en la tercera temporada deciden hacer saltar por los aires la mecánica temporal hasta ahora coherente y mezclar entre dos y tres (se admiten distintas interpretaciones) tipos distintos de mecánica temporal que no pueden funcionar simultáneamente, condimentadas con un uso bastante trapacero de conceptos científicos que no ayuda en nada. Todo esto para llegar a una conclusión que no es que sea mala, es que no tiene nada que ver con la historia que se había ido contando en el transcurso de toda la serie.

El caso de Dark es verdaderamente peculiar, ya que el timón narrativo estuvo en todo momento a manos de los mismos responsables, y el tipo de producción y emisión para una plataforma como Netflix debería facilitar una planificación cuidadosa de la narración, algo crítico en una historia con semejante planteamiento y ambición. En todo caso, queda la impresión de que sus creadores tenían ideas interesantes y un estilo bien definido, pero no supieron concretarlas en una buena historia más allá de las espectacularidades momentáneas.

Así pues, con gran pesar por la decepción que nos ha causado Dark, nos unimos al brindis de Katharina Albers y sus amigos, y levantamos las copas para desear solemnemente un mundo sin Winden.

A partir de aquí, todos los spoilers del mundo.

Efectuado el análisis general, vamos a comentar con detalle algunos aspectos que nos han llamado la atención:

La pareja perfecta. Que  Jonas y Marta (Marta-1 y Marta-2, que si a Jonas se le muere una, ya le está bien la otra) sean la pareja perfecta es algo que se nos debería mostrar, no decir. Que los personajes lo repitan una y otra vez no lo hace más real. Nos da la sensación de que los guionistas intentaron dotar a la serie de una relación similar a la de Desmond y Penny en Lost, pero olvidándose de cómo funcionan las relaciones humanas y la construcción de personajes. Desmond y Penny resultaron encantadores para la audiencia en su día porque 1) son personajes con características positivas que hacen que nos caigan bien (el carácter y la capacidad de ayudar a los demás de Desmond, el cómo Penny dedica todo su esfuerzo y recursos de hija rica para encontrar a Demond) y 2) se quieren mucho para a la vez su relación sufre los intentos de sabotaje del padre de Penny, Charles Widmore, aprovechándose de las inseguridades de Desmond, lo cual genera la simpatía del espectador. En la relación entre Jonas y Marta, especialmente con Marta-2, no hay nada de eso; su relación surge porque lo exige el guión y es totalmente acartonada. Y dada la centralidad que dicha relación tiene en la tercera temporada y la resolución de la serie (con la escena de los armarios plagiada de Interstellar), resulta especialmente cansina e insatisfactoria.

No, no lo son.

El descenso a los infiernos de Jonas. Hay un arco narrativo especialmente difícil de plasmar, al que podríamos llamar el arco de caída, que es el que vemos cuando un personaje al que la audiencia identifica como «uno de los buenos» se convierte en malvado. La clave reside en el cómo y el porqué de ese cambio, ya que debe ocurrir de una forma que sea coherente con la construcción de ese personaje. Su transformación debe percibirse como natural y orgánica, de manera que teniendo en cuenta las características X-Y-Z del personaje, al encontrarse en la situación A y con el agravante B, esa evolución a villano resulte lógica e incluso interesante. La forma en que el personaje se transforma debe ser entendida y apreciada por la audiencia; todo lo contrario a una transformación súbita porque lo exige el guión.

El arco de caída de Jonas, la transformación progresiva (fuera de cámara) del Jonas adulto, que quería cambiar las cosas para mejor, al villano nihilista Adam, que ansía literalmente destruir la existencia y que, entre otras tropelías cometidas por el camino, estrangula a su propia madre sin ningún motivo en particular, es un caso claro de arco de caída fallido. No se nos presenta ningún motivo convincente para que Jonas experimente una transformación tan profunda y radical. Se transforma en villano debido a… ¿el aburrimiento provocado por estar atrapado en el siglo XIX? El arco de caída es ciertamente difícil de narrar, y los guionistas de Dark no han logrado estar a la altura del desafío.

Una mecánica temporal incoherente. Tanto la primera como la segunda temporada parecen estar regidas por una mecánica temporal de tiempo inmutable: las cosas ocurren una sola vez y se mantienen tal como han ocurrido, incluso aunque se revele que fueron intervenciones de un viajero del tiempo, y por lo tanto es imposible cambiarlas. El destino de Mikkel es viajar al pasado y convertirse en Michael, siempre lo ha sido y siempre lo será. Es un esquema simple y elegante, aunque no carece de problemas conceptuales (como las paradojas de predestinación  ontológicas). Lo podemos denominar un sistema de iteración única, porque en él todo ocurre una sola vez.

El problema surge cuando, a partir de la segunda temporada, los bucles estables (las paradojas de predestinación) se convierten en un fin en sí mismos, y los diversos bandos de viajeros del tiempo se dedican a provocar dichas paradojas porque… no se sabe. Se argumenta varias veces que debe hacerse para mantener el ciclo, pero sin explicar la razón por la que es tan importante mantenerlo. ¿Qué ocurre si no se «mantiene el ciclo»? ¿Revienta el universo? (Lo dudamos, porque eso es lo que desea Adam). Dada la cantidad de tiempo, atención y drama derivados del uso y abuso de los bucles estables, debería quedar mucho más claro por qué es tan importante mantenerlos, así como qué necesidad hay de velar por ellos si, según las reglas del tiempo inmutable por las que se ha regido la serie hasta ese momento, debería ser imposible alterarlos en modo alguno (todo intento de impedir un bucle probablemente acabará revelándose como la causa de la existencia de dicho bucle).

Al llegar a la tercera temporada, nos encontramos con que Eve menciona que los ciclos han ocurrido infinidad de veces, con ella siempre velando para que nada cambiara. Si esto es así, ya hemos abandonado definitivamente la mecánica de tiempo inmutable de una única iteración. Estaríamos en vez de ello ante un sistema de «tiempo plástico» (el pasado se puede alterar), donde se van sucediendo múltiples iteraciones de unos mismos eventos que los viajeros del tiempo conspiran para que siempre se produzcan de la misma forma en cada iteración por las razones desconocidas que hemos mencionado antes. Si no fuera así, la mención a la infinitud de ciclos y la necesidad de velar por la integridad de los bucles temporales no existirían, puesto que las cosas solamente habrían ocurrido una sola vez y serían imposibles de cambiar.

Si nos han seguido hasta aquí, tomen aliento y agárrense fuerte a los brazos de su asiento, porque todavía hay más. Después de que parezca que hemos pasado a un sistema de tiempo plástico, volvemos atrás y, pistola en mano, un joven Noah le hace a Jonas la demostración más burda posible del Principio de Autoconsistencia de Novikov (según el cual el universo «conspira» para evitar que pueda producirse cualquier cambio en la historia y evitar así las paradojas temporales). En particular, Noah le facilita a Jonas un arma cargada para que éste descubra que la pistola siempre se encasquilla cuando intenta utilizarla para suicidarse (pero funciona a la perfección si se limita a efectuar un disparo al aire), puesto que Jonas no puede morir debido a su papel predeterminado en la historia. Si esto es así, volvemos a una mecánica de tiempo inmutable, y por lo tanto toda la matraca sobre la necesidad de mantener el ciclo carece de sentido: el ciclo se mantendrá por sí solo, porque no puede ocurrir ninguna otra cosa.

Y para rematar la faena, tenemos esa especie de «desdoblamiento» del que surgen dos Jonas y dos Marta-2 que se produce en casa de los Kahnwald justo después de la muerte de Marta-1 en pleno Apocalipsis. Es como un escarceo con la mecánica de líneas temporales alternativas que se produce porque… no se sabe. Nunca llega a darse ninguna explicación coherente más allá de algo de palabrería vacía dicha en tono solemne por parte de Eve y un uso totalmente erróneo del concepto del entrelazamiento cuántico.

Por último, en la conclusión de la serie volvemos a una mecánica de tiemplo plástico, en la que es posible escapar del determinismo y cambiar las cosas, cuando Adam, motivada por la anciana Claudia, romple el ciclo para enviar (no se sabe cómo) a Jonas y a Marta-2 al «mundo orígen» para evitar el nacimiento de los dos mundos paralelos.

H.G. Tannhaus le está buscando sentido a la mecánica temporal de la serie…

El infinito (y no más allá). La tercera temporada empieza con la introducción triple del personaje identificado como «el Desconocido», de inquietante presencia y labio leporino, que se nos aparece en sus tres edades cuál enigma de la Esfinge. Vemos a este personaje cometer múltiples desmanes y fechorías en diversas épocas y lugares, y a medida que se va acercando la conclusión de la serie, se descubre que ha jugado un papel clave en el desarrollo de la historia, moviendo piezas aquí y allí, escribiendo el famoso diario no se sabe exactamente para qué propósito, y que resulta ser el hijo de Jonas y Marta-2 y antepasado de siete personajes (sus padres incluidos, por supuesto).

Se pregunta qué pinta aquí.

Lo curioso del tema es que, dada la importancia que se le da inicialmente a la presencia del Desconocido (personaje que en ocasiones nos recuerda al Benjamin Linus de Lost), esa sensación de importancia parece ir disminuyendo a medida que avanza la temporada, y la explicación final de que ha intervenido en todas las épocas de ambos mundos para mantener el sacrosanto ciclo acaba generando indiferencia en el mejor de los casos (para entonces la trama ya es tan rebuscada que uno está insensibilizado ante nuevas revelaciones), y en el peor parece un apaño para cuadrar cabos sueltos al final de la serie. Un apaño no especialmente relevante, ya que ninguna de las actividades secretas a las que se dedicó dan respuesta a ninguna gran intriga planteada, siendo la excepción el origen del diario, revelación bastante devaluada por no tener motivo alguno para escribirlo. De hecho, nos da la sensación de que se podían suprimir todas las escenas del Desconocido y la temporada seguiría funcionando igual. Si su existencia y papel estaban previstos desde el principio, deberían haber aparecido pistas que generaran una anticipación que hiciera más satisfactoria la revelación final.

Un final por la tangente (del tiempo). El último capítulo de Dark nos cuenta una historia muy interesante pero que no tiene nada que ver con las tres temporadas que hemos visto. Después de acabar saturados de bucles temporales cada vez más rebuscados, de árboles genealógicos que desafían la cordura (y los problemas de consanguinidad) y de monólogos infumables sobre la luz y la oscuridad (que no entienden ni quienes los pronuncian), los guionistas se salen por la tangente y descubrimos que los dos mundos paralelos y la enrevesada trama que los vincula son el resultado de un intento fallido de crear una máquina del tiempo en un «mundo orígen» (lo que técnicamente llamaríamos la línea temporal original). La última oportunidad de los personajes consiste en impedir que en el mundo orígen ocurra la pérdida personal que llevará a la creación de la máquina del tiempo por parte de H.G. Tannhaus, acabando así con la existencia de los dos mundos paralelos.

Solo falta música de Hans Zimmer.

No es una trama especialmente original, pero tampoco está nada mal. Dediquemos un aplauso al señor H.G. Tannhaus del mundo orígen, quien no tenía que esperar a que viajeros del tiempo le trajeran planos, sino que logró construir por sí mismo una máquina capaz de dividir la realidad en dos líneas temporales, aunque fuera por accidente. Lo chocante del asunto es que a lo largo de la serie no se ha dado ninguna pista de este drástico giro final, con lo cual queda como una solución de último minuto cuando parecía que ya no sabían cómo salir del embrollo en el que se habían metido. Insistimos en que quizás todo estaba previsto de antemano, pero de ser así, la gestión narrativa resulta bastante torpe, y en vez de ir construyendo la trama de los tres mundos dando pistas de forma progresiva, ésta cae de golpe como algo improvisado.

Dicho esto, la principal pega de la trama de los tres mundos es el absoluto bajón que genera su final. Buena parte de los personajes que hemos conocido y llegado a apreciar son borrados de la existencia, tanto presente como pasada y futura, de la forma más inmisericorde. Nada de lo que han hecho o que han sido importa lo más mínimo, con lo cual toda su historia queda reducida a la nada más absoluta.

Reconocimientos. Finalmente, queremos expresar nuestro reconocimiento a los personajes que más nos han llamado la atención, que casualmente pertenecen todos a las fuerzas policiales de Winden:

  • Premio a nuestra favorita: Charlotte Doppler (née Tannhaus), el único personaje que parece competente, siendo capaz descubrir por cuenta propia que hay en marcha una movida de viajes en el tiempo, y que no necesita para ello tener los pasos predeterminados por ningún bucle ni que le ayude ninguna versión futura de sí misma.
  • Premio al imbécil universal: Ulrich Nielsen, que demuestra una capacidad sobrehumana para tomar las peores decisiones posibles siempre, en cualquier época y en cualquier mundo. Vayan las cosas bien o mal, la imbecilidad es su constante.
  • Mención especial: El inspector W. Clausen, quien en su intento de resolver las múltiples desapariciones de Winden consigue hacerse una idea muy acertada de lo turbio que llega a ser el pueblo y sus habitantes, y se huele la existencia de una conspiración aunque todo el mundo le intente despistar. Ayuda accidentalmente a desatar el Apocalipsis, pero no se lo tendremos en cuenta. 

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