Star Trek Discovery, en busca de la épica de la Federación

Regresa Star Trek: Discovery, y lo hace con algunas decisiones ciertamente llamativas. Después de la enrevesada trama de la segunda temporada (suerte que nos pusieron el resumen de «anteriormente en» para recordárnosla), su conclusión llevó a la protagonista de la serie, la comandante Burnham, a utilizar el traje/máquina del tiempo conocido como el Ángel Rojo para huir a un futuro lejano (junto con la nave USS Discovery), y así poner a salvo un paquete de información vital para que no cayera en manos de la malvada inteligencia artificial denominada Control, impidiendo de esta forma que ésta pueda usarlo para destruir toda la vida orgánica (unos objetivos casualmente coincidentes con los de los villanos del final de la primera temporada de Star Trek: Picard, por cierto). Y ahora, finalmente, veremos cómo es el futuro del futuro: el año 3188.

En el siglo XXXII se lleva PELAZO. Atención a la mirada envidiosa de Tilly, que ya no luce la mejor melena de la Discovery.

Escapando del monstruo del canon. En primer lugar, llevar la acción a un futuro lejano puede ser una decisión brillante, porque permitiría escapar del monstruo del canon de Star Trek. La saga suma ya cerca de 800 episodios y 13 películas a lo largo de más de 50 años en los que nunca hubo una dirección verdaderamente unificada y donde el cuidado por establecer un canon coherente fue irregular en el mejor de los casos. En esta situación, resulta muy complicado crear material nuevo que en entre en contradicciones con elementos ya establecidos, especialmente en una serie como Discovery, que se ubicaba (hasta ahora) en medio de la cronología conocida, y además estaba obcecada en contarnos historias de conflictos y amenazas de escala galáctica (en ese aspecto, tal vez Star Trek: Lower Decks haya dado una lección importante: la de que sería posible contar historias centradas en las vivencias personales de la tripulación de una nave sin necesidad de recurrir a tramas de semejante envergadura para mantener el interés). En todo caso, el canon parece haber acabado convirtiéndose en un pesado lastre que complica y constriñe las decisiones creativas (el análisis de si eso se debe al propio canon o más bien a la falta de creatividad o simplemente cobardía de los guionistas daría para otro artículo).

Por todo esto, desplazar la serie 900 años hacia el futuro, creando un nuevo contexto que pueda llenarse de nuevos retos e historias interesantes, y presentarnos una galaxia distinta, lejos de las limitaciones del pasado, puede ser una gran idea. Sería prácticamente como empezar de nuevo, pues 900 años dan para mucho. Aunque si esto fuera un cambio definitivo, tal vez pondría en evidencia que haber planteado como una precuela la primera serie de la franquicia en realizarse después de un intervalo de 12 años tal vez no fue la mejor decisión. Y por eso albergamos dudas de que este cambio vaya a ser permanente.

Aun así, es una muy buena oportunidad si los guionistas saben aprovecharla para hacer algo realmente nuevo y fresco, que vaya más allá de la fan fiction de pago que se nos ha mostrado hasta la fecha. ¿Sabrán aprovecharla? ¿O será todo un escenario transitorio para volver a la situación anterior?

Como no tenemos respuesta a estas preguntas, nos conformamos con este genial montaje con el que un ocurrente Youtuber fusionó simbólicamente Star Trek: Discovery con Buck Rogers in the 25th Century.

Farscape: Discovery. En cuanto al inicio de la temporada, en el primer capítulo nos resultó curioso el súbito cambio a una temática y estética que nos recordaba lejanamente a Farscape, la lisérgica e hiperbólica serie de ciencia ficción de la factoría Henson. Una Michael Burnham descolgada del resto de la tripulación intentando orientarse en ese futuro post-Federación y viéndose envuelta en trifulcas entre contrabandistas interestelares que son más de lo que parecen. Y pocas cosas hay más Farscape que la escena de Burnham drogada y pasadísima de vueltas.

Cabe decir que el capítulo no fue especialmente llamativo, quizás porque hasta la fecha el personaje de Burnham no ha generado demasiado magnetismo (han resultado bastante más interesantes Saru, Stamets, Tilly, Pike…), con lo que centrar la historia exclusivamente en ella no tiene demasiado gancho. Así mismo, la combinación entre exposición un poco tediosa (hay que explicar la situación de la galaxia tras 9 siglos) y escenas de acción un tanto forzadas (con alguna que parece muy inspirada en películas de Marvel, como esa persecución con teletransportadores personales que recuerda sospechosamente a una de Thor: El Mundo Oscuro) y que además pueden llegar a hastiar por la exagerada carnicería de esbirros que se produce a lo largo del episodio (con lo que por un lado se diluye cualquier sensación de que los protagonistas estén en peligro, porque sus perseguidores son aniquilados con mayor rapidez que los masillas de Power Rangers, y por otro, se llega a generar la incómoda sensación de que Burnham y su camarada parecen estar empezando a disfrutar de matar gente, por muy corrupta y malvada que ésta sea), acaban dando lugar a un episodio no demasiado celebrable, pero tampoco malo.

Su contraparte, el segundo capítulo, que está dedicado a la USS Discovery y su tripulación, también vendría a ser «correcto sin destacar», aunque tiene la mejora de contar con el resto de la tripulación. Sin duda se hace más interesante lo que les pueda ocurrir a ellos que a Burnham, si bien tampoco se puede decir que ocurran muchas cosas más allá de «Saru y Tilly van al saloon del pueblo de la esquina y tienen una bronca con el cacique local» (un argumento bastante Farscape también, por cierto). La principal aportación del segundo episodio consiste en reforzar la construcción de mundo en base a los dos elementos que nos han parecido más dignos de destacar en este inicio de temporada: una especie de «Mad Max galáctico» en el que, en virtud de una catástrofe denominada «la Quema», el dilitio toma el lugar de la valiosísima gasolina de la saga australiana, y donde en ausencia de la Federación la situación ha degenerado a una «galaxia sin ley».

Saru y Tilly, en atuendo del s. XXXII y listos para ir a buscar bronca en el saloon de la esquina.

La Quema. Parece que en este futuro lejano la Federación se derrumbó debido a un misterioso suceso, «la Quema» (the Burn en inglés, esperamos que el parecido con el apellido de Burnham sea meramente casual), en el que la mayor parte del dilitio se volvió inerte de forma simultánea, provocando el estallido de todos los motores de curvatura que estaban funcionando en ese momento, y dado que el dilitio tiene un papel esencial en esta tecnología, los viajes interestelares quedaron severamente impedidos. Se deduce que, al volverse los viajes interestelares mucho más difíciles, la Federación resultó claramente perjudicada. No nos quejaríamos si explicaran un poco más el asunto (aunque preferimos que lo dejen así a que ahonden en el tema y empiecen a decir disparates), pero la idea de que una entidad política de gran extensión se viene abajo por el colapso de los sistemas de transporte y de comunicaciones tiene sentido (aunque históricamente el proceso suele ser inverso: el colapso de las infraestructuras viene como resultado del colapso político). Hay la aparente incongruencia de que en estos primeros capítulos de esta nueva etapa se nos ha mostrado que los viajes interestelares siguen existiendo, mediante distintos mecanismos y tipos de motores, con lo que las consecuencias de la carestía de dilitio acaban resultando poco claras (parece que los viajes interestelares son prácticamente irrealizables excepto cuando, por circunstancias del guión, ya no lo son).

Y permítanos un interludio muy geek, pero han empezado ellos. En el mismo canon de Star Trek (como puede ver, el monstruo nos persigue), la idea de que sin dilitio no son posibles los viajes interestelares porque estos cristales son parte esencial del motor de curvatura, no se sustenta, ya que está establecido como mínimo que los romulanos utilizaban una singularidad cuántica artificial (un agujero negro) en vez de un núcleo de curvatura, por poner un ejemplo de que existen alternativas. Aparte del pequeño detalle de que en la película Primer Contacto somos testigos de cómo el Phoenix, la nave espacial del doctor Zefram Cochrane, es capaz de alcanzar velocidades de curvatura sin usar cristales de dilitio (que en esa época aún eran desconocidos para la humanidad). Es lógico suponer que el motor de curvatura ideado por el bueno del doctor Cochrane sería tremendamente ineficiente y peligroso comparado con los que emplean dilitio, pero vimos que funcionaba, lo que establece un precedente de motores de curvatura capaces de funcionar sin dilitio y que, mil años después, podrían volver a utilizarse para evitar que los sistemas estelares quedaran incomunicados, incluso aunque las velocidades de los viajes interestelares fueran ahora ridículamente lentas comparadas con las que eran habituales en los siglos XXIII y XXIV (curiosamente, esto resultaría en una situación con algunos paralelismos a la de Star Trek: Enterprise, donde los viajes de factor de curvatura cinco eran el no va más). Y cerramos aquí el interludio geek.

Tilly in Star Trek: Discovery Season 3 Episode 2
Tan geek como Tilly. Lo admitimos, la alferez nos encanta y buscamos excusas para colgar fotos de ella.

Por último, en el tercer capítulo, con Burnham ya de vuelta en la USS Discovery, nos ofrecen el primer MacGuffin a seguir para empezar a desentrañar el misterio de la Quema, y podemos dar un vistazo al planeta Tierra del siglo XXXII. Aquí los guionistas nos han sorprendido gratamente, porque en vez de presentarnos la Tierra como uno de los últimos reductos de la Federación, nos encontramos con que la Flota Estelar se marchó del sistema solar para evitar convertirlo en un posible objetivo de quienes fueran los responsables de la Quema (pues todo parece indicar que no se trató de ninguna catástrofe natural, sino de un ataque deliberado), y que la Tierra ha abandonado la Federación de Planetas Unidos, se ha vuelto completamente aislacionista, y está enzarzada en un conflicto con una presunta banda de piratas espaciales que ansían arrebatarle sus preciadas reservas de dilitio. La idea de una Federación (o lo que quede de ella) sin la Tierra es ciertamente original, y rompe por una vez con el humanocentrismo del que suele acusarse a esta organización. No tan contentos hemos quedado con la trama del conflicto con los piratas, puesto que parece que los guionistas estaban más pendientes de presentar una situación que se solucionara hablando para poder darse palmaditas en la espalda y vanagloriarse de haber ofrecido «una historia muy trekkie», en vez de procurar que el trasfondo del conflicto tuviera un mínimo sentido, ya que cuando nos enteramos de la verdadera identidad de los piratas, no podemos evitar pensar que se habrían ahorrado un enfrentamiento de décadas con tan solo haber utilizado una radio.

Si la Quema acaba siendo el resultado de un plan maligno de algún villano que le hizo algo al dilitio para sabotear los viajes espaciales (y suponemos que también las comunicaciones mediante mensajes subespaciales), sería algo bastante manido y poco interesante. De hecho, dada la afición a introducir referencias a conceptos anteriores, hubiera sido mucho más interesante recuperar la idea del capítulo Force of Nature de la séptima temporada de La Nueva Generación, donde se descubría que los viajes a velocidad de curvatura perjudicaban el medio ambiente (espacial) y tendría que hacerse algo al respecto (como suele ocurrir en las series de Star Trek, en el siguiente episodio ya se habían olvidado de ello).

Una premisa en esa línea (sin que hiciera falta recuperarla tal cual, sólo idear algo parecido), donde el viaje de curvatura es dañino para el tejido espaciotemporal, sería un concepto con más sustancia y fondo medioambientalista, porque trataría el dilema realista de que la comunidad galáctica es incapaz de funcionar sin este tipo de tecnología. Los motores de curvatura no son algo cuyo uso se pueda prohibir tal cual, sino uno de los pilares fundamentales para poder mantener una sociedad galáctica, con lo que la historia de la Quema sería el trágico resultado de haber sido incapaces de gestionar este problema.

Y puestos a darles vueltas, esa premisa daría para más todavía, ya que si la extrapolamos, el hecho de que la tecnología de curvatura fuera dañina para el espaciotiempo podría ser una solución a la paradoja de Fermi y el hecho de que, en el contexto de Star Trek, haya tantas evidencias de civilizaciones extintas en la galaxia. Así, se daría un ciclo fatalista, en el que cada cierto tiempo las civilizaciones inteligentes desarrollan tecnología de motor de curvatura, ese uso se va extendiendo por ser la forma óptima de viaje interestelar, hasta que las «emisiones de curvatura» llegan a un punto límite, destruyen la «capa de ozono subespacial» y todo se va al garete. Puntos adicionales porque de esta forma una cosa tan aparentemente inocua y beneficiosa como el motor de curvatura se convertiría en algo tan siniestro como las armas dimensionales de la trilogía literaria de El Problema de los Tres Cuerpos de Liu Cixin.

La épica de la Federación. Quizás lo más peculiar de este inicio de temporada haya sido ese final del primer capítulo que busca la emoción imbuyendo en una especie de épica de la Federación. Más de un siglo después del colapso, Burnham visita una antigua estación repetidora de comunicaciones de la Federación, donde un hombre se ocupa de manejarla porque sigue creyendo en esa organización. Y lo hace por tradición y relato familiar, ya que no la ha conocido en funcionamiento, ni nunca se le ha presentado nadie que tuviera algo que ver con la Flota Estelar, ni la Federación de Planetas Unidos, ni nada, hasta la llegada de Burnham; semejante actitud nos puede parecer admirable, o un problema de salud mental.

Todo muy sutil…

La expresión de fe en el ideal federal de ese abnegado voluntario, junto con las palabras grandilocuentes de Burnham al nombrarlo oficialmente jefe de comunicaciones de la estación, y la izada de bandera al final del primer capítulo, representan un intento de subrayar la épica perdida de la Federación, pero le vemos un problema: ¿La Federación ha tenido nunca alguna épica? Esta organización, tal y como siempre nos la han presentado, representa una versión idealizada de las sociedades occidentales modernas, con los problemas más visibles resueltos, pero tampoco mucho más que eso.

Sí, la Federación disfruta de una economía post-escasez que ha solucionado los problemas materiales, y tenemos las peroratas utópicas del capitán Picard sobre cómo todos en ella trabajan para mejorarse a sí mismos, pero más allá de estos discurso, en el fondo nunca nos han mostrado una organización social radicalmente distinta de las contemporáneas. Se nos ha dado a entender que promueve los derechos y libertades individuales, la igualdad entre las personas, estructuras de gobierno al servicio del ciudadano, sistemas legales garantistas, y cobertura de las necesidades de todos los individuos. Y todo eso está muy bien, pero no es mucho más de lo que ponen sobre el papel las constituciones de los estados sociales y de derecho de hoy en día. Aunque es encomiable, no es algo que inspire una épica por sí mismo.

…aunque el material promocional de la temporada ya avisaba.

El único momento en que hemos visto algo parecido a una épica de la Federación fue en Espacio Profundo Nueve, durante la larga trama de la Guerra del Dominio. ¿Por qué? Porque esa sociedad multiplanetaria avanzada e ideal estaba seriamente amenazada por el Dominio, una potencia tiránica y entregada a la conquista. Ese contraste daba sentido a la lucha y el sacrificio en el que debían incurrir los protagonistas, y dotaba a la Federación de una épica ante la adversidad. En Discovery hemos visto que la Federación se desintegró un siglo atrás, pero no tenemos mucha constancia de que la galaxia se haya sumido en el caos y la desesperación, más allá de que no hay quien vele por las especies animales en peligro de extinción. Sí, la Tierra se ha aislado del resto del universo, pero no parece haber sufrido ninguna involución social (su sociedad no se ha convertido en una tiranía, por ejemplo), y tanto ella como la galaxia en general siguen disfrutando de un elevadísimo nivel tecnológico, con avances prodigiosos como la materia programable o los transportadores personales que no parecen verse afectados por la escasez del dilitio. Esta épica de la Federación resultará algo más natural si nos muestran mejor cuánto ha empeorado la galaxia tras el colapso causado por la Quema, pero quizás veamos más de esto en los próximos episodios.

En conclusión, el punto de partida de esta temporada parece estar orientado a que Burnham y la gente de la USS Discovery lideren un esfuerzo colectivo en pos de la reconstrucción de la Federación, lo que sería como mínimo curioso, ya que estaríamos ante una premisa entrañablemente similar a la de Andromeda, la serie de ciencia ficción protagonizada por Kevin Sorbo y basada en una idea original de Gene Roddenberry. Pero esto es mera especulación. De momento tenemos un inicio no especialmente logrado, pero que se ha librado de algunos vicios enquistados, y que tiene un potencial interesantísimo. A ver adónde nos lleva el siglo XXXII.

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