La primera temporada de El Libro de Boba Fett quedó atrás, pero nos da pie a hablar de una convención narrativa de la que podríamos prescindir para mejor, pero se resiste a desaparecer. Al menos en la primera mitad de la temporada, la trama más interesante fue sin duda la que transcurría en flashbacks y nos contaba la historia de Boba Fett tras los acontecimientos de El Retorno del Jedi, mostrándonos como el cazarrecompensas vivía una serie de peripecias que le llevarían a integrarse en una tribu de los incursores tusken, también conocidos como moradores de las arenas.
Como mencionamos anteriormente, esta trama tenía como propósito sentar una base para la transformación moral del personaje, pasando de ser un villano a poder ser un protagonista, algo necesario para tener a este infame cazarrecompensas como un personaje principal. Y a la vez, esta trama estaba enfocada de una forma muy clásica en un mal sentido, porqué estamos ante un caso de manual de narrativa del salvador blanco.

En la narrativa del salvador blanco clásica, un personaje identificable como blanco europeo-descendiente se involucra con un colectivo no-blanco / no-europeo-descendiente, normalmente de características estereotípicamente «poco civilizadas», y les brinda una ayuda decisiva para afrontar un peligro o problemática, salvándoles o redimiéndoles, a menudo aprendiendo algo sobre sí mismo por el camino. Con mucha frecuencia vemos a un protagonista blanco ayudando a una tribu, uniéndose e integrándose en ella y adoptando sus costumbres, aprendiendo a ser mejor que ellos en lo que ellos hacen, y acabar liderándolos en la lucha para superar el problema al que se enfrentan.
Aunque a primera vista no lo parezca, este es un cliché pernicioso y ajado porque perpetúa sutilmente ideas propias de la era colonial: Construye y refuerza una imagen implícita del occidental como un ser moral e intelectualmente superior, y los pueblos de características no-europeas como «buenos salvajes» en el mejor de los casos, pero menos capaces que el occidental, sin agencia propia, y necesitados de que alguien los salve o los redima. Algunos ejemplos clásicos son Lawrence de Arabia, Un hombre llamado caballo, El hombre que pudo reinar, Bailando con lobos, o Los demonios de la noche, entre muchos otros.

Posteriormente, este concepto se ha extendido a narrativas que no tienen que ver con un contexto de tintes coloniales, pero en las que igualmente un blanco ayuda y/o da voz a una persona o comunidad no blanca de tal manera que implica (y ese es el elemento distintivo) que la parte no blanca carecía de la competencia o la agencia para hacerlo por su cuenta, y que necesitaba al protagonista (blanco) para afrontar y quizá superar sus dificultades. En este sentido podemos encontrar entre muchas otras la reciente Green Book, o también Un sueño posible, Gran Torino, Descubriendo a Forrester, Mentes Peligrosas, o incluso la muy celebrada y clásica Matar a un ruiseñor.
Y ahora lo importante: es interesante tener en cuenta que éste esquema también es aplicable a contextos de fantasía o ciencia ficción con entornos y colectivos totalmente ficticios, o ni tan solo humanos. Solo hace falta que por un lado haya un protagonista de características asimilables a un occidental (y no tiene que importar ni tan solo el color de piel, puede ser su procedencia de una civilización tecnológica, por ejemplo), y por otro un colectivo de características asimilables a los estereotipos sobre los pueblos no europeos.

¿Algunos ejemplos de ciencia ficción? Stargate, donde soldados estadounidenses lideran la liberación del pueblo neo-egipcio de Abydos del yugo de alienígenas que se hacen pasar por dioses; Avatar, donde Jake Sully encabeza la lucha de los Na’vi (que remiten a los nativos de Norteamérica por muy altos y azules que sean) contra explotadores coloniales, o la mismísima Dune, donde un joven aristócrata proveniente de «la civilización» acaba liderando a los Fremen, el pueblo del desierto de inspiración claramente beduina, hasta tomar el control del planeta.

Y a esta ilustre lista podemos añadir la trama de los tusken en el El Libro de Boba Fett, porque lo cumple a la perfección. ¿Protagonista asimilable a un occidental proveniente de «la civilización»? Lo tenemos (1). ¿Pueblo de características estereotípicamente «poco civilizadas», como organizarse en tribus, ser nómadas, vivir en tiendas, ser cazadores-recolectores, ser un poco brutos, tener rituales de iniciación como ir a cazar a un animal…? Lo tenemos. ¿El protagonista se une a ellos, aprende de ellos rápidamente hasta superarles, y acaba liderándolos en la lucha contra la adversidad? ¡Tenemos el pack completo! (2)
A estas alturas, la narrativa del salvador blanco ya debería estar archivada, pero como vemos sigue entre nosotros, quizás por estar tan arraigada en unos referentes culturales inevitablemente descendientes de la era colonial y su legitimación. Como la mayoría de los mensajes tóxicos, está tan enraizada en nuestra cultura que a menudo los creadores lo reproducen sin darse cuenta. Y como todo mensaje tóxico, aunque sea accidental y sin ninguna mala intención por parte del autor, hay que ser consciente de su existencia para evitar que nos pueda permear. En este caso, evitar que nos refuerce los sesgos cognitivos de carácter racista que podamos tener, aunque sea por la vía del paternalismo.
Dicho esto, no se trata de sacar las antorchas y quemarlo todo, ni de hacer ninguna purga absurda. Se trata de hacer una lectura crítica y a la vez entender el contexto de donde provienen las obras. Hemos disfrutado mucho con obras que cumplían a rajatabla con la narrativa del salvador blanco (¡y seguiremos haciéndolo en revisionados y relecturas!), pero eso no quita que sea preferible que dicha narrativa deje de reproducirse en nuevas creaciones. Si vamos avanzando hacia una era de mayor sensibilidad y conciencia ética en los discursos culturales, el salvador blanco debería encontrar tranquilamente su merecida jubilación.
(1)
Anecdóticamente, Temuera Morrison no es un hombre blanco como tal, es neozelandés con ascendencia maorí, pero en el periplo tusken de Boba Fett por alguna razón (que suponemos tiene que ver con justificar el desajuste entre la edad del actor y la del personaje en base a que «los jugos gástricos de Sarlacc le dejaron muy pachucho») le añadieron un maquillaje que lo empalidecía hasta hacerlo más blanco que un blanco. Dicho esto, en este caso lo importante no es el color de piel del actor, si no lo que representa su personaje.
(2)
SPOILERS:
Si, ya sabemos que la cosa acaba mal para los tusken. Pero precisamente que la tribu tusken sufra un destino aciago cuando el protagonista no está con ellos no hace más que reforzar el estereotipo: sin Boba no son nada.