Retomamos la producción de hidratos tras un parón forzado para hablar de KATLA, la producción islandesa que se añadió al catálogo de Netflix el pasado mes de junio.

Esta serie nos muestra los extraños acontecimientos que ocurren en el pueblo islandés de Vík, cerca del volcán (real) Katla, que en esta ficción lleva todo un año en erupción, provocando una lluvia de cenizas que ha obligado a evacuar a la mayor parte de los habitantes de la localidad. La ya de por sí difícil vida en el pueblo se verá alterada por la aparición sucesiva muy cerca del volcán de unas personas cubiertas de ceniza cuya existencia debería ser una imposibilidad, ya sea por estar muertas, o por estar vivas y presentes en otro lugar.
En cierta forma, la incógnita a resolver en Katla consiste en definir a qué género pertenece esta serie, o más concretamente con qué obras de referencia la podemos asociar, ya que los primeros capítulos juegan a despistarnos respecto a qué está pasando realmente allí. La serie empieza dando la sensación de ser una versión islandesa de Dark que probablemente gire en torno a viajes temporales, para complicarse posteriormente añadiendo el matiz de que tales viajes se producen entre dimensiones paralelas. Más adelante parece que en realidad se trata de suplantaciones al estilo de La Invasión de los Ultracuerpos (1), para acabar resultando ser una adaptación no declarada de una novela de Stanislaw Lem: Solaris.

Queremos dejar claro que hemos asumido por nuestra cuenta y riesgo que Katla es una adaptación de Solaris, pues aunque el director de la serie, Baltasar Kormákur, mencionó la Solaris de Andréi Tarkovski (la adaptación cinematográfica de la novela de Lem realizada en 1972) en una entrevista realizada hace más de un año como una de las «películas antiguas» que había estado viendo durante la cuarentena en busca de inspiración, no hemos encontrado ningún comunicado oficial de los creadores de la serie en el que la describan como una adaptación de Solaris, y por eso la consideramos una «adaptación no declarada» (2). Curiosamente, el interpretar Katla como una adaptación o no de la novela de Stanislaw Lem condiciona significativamente las expectativas y el interés que nos pueda generar.
La cuestión reside en que quien busque una nueva Perdidos (o incluso una nueva Dark) con todos sus misterios por resolver como incentivo para seguir la serie saldrá muy escaldado y echando pestes del final de Katla. Pero quien haya leído Solaris y tenga en cuenta que está viendo una obra muy inspirada en ella ya estará advertido de que la serie no va a ir de RESOLVER MISTERIOS (así, en mayúsculas) en absoluto. Así pues, nos enfrentamos a una historia de doppelgängers que se desarrolla con toda la parsimonia, el recogimiento y la frialdad que se suelen atribuir a todo lo nórdico (es decir, que su ritmo es tan trepidante como el avance de un glaciar). La serie explora el impacto emocional que supone para los protagonistas el regreso de seres queridos en forma de doppelgängers (con el retorcimiento de que algunos de estos seres queridos nunca se fueron…), sin darle excesiva importancia al cómo y el porqué de su aparición (la palabra clave es «excesiva», se indaga sobre el asunto, pero no es el tema central de la serie). Además, para quien conozca la novela, la serie tendrá el interés añadido de ver hasta qué punto logran mantenerse fieles o cercanos a la fuente de inspiración.

Esto nos lleva también a una pregunta colateral: ¿En qué medida una película o serie podría verse beneficiada de añadir en sus títulos de crédito un aviso de que «esto es una adaptación de X», porque generaría más interés aunque técnicamente fuera a reventar alguna sorpresa de los primeros episodios? El hecho de conocer el material en el que está basada la obra, ¿le otorga mayor interés para los «entendidos», pero a costa de ahuyentar a la «gente normal»? (3) Evidentemente, esta pregunta sólo tiene sentido si estamos hablando de una adaptación lejana, donde no sea evidente la relación entre ambas obras.
Prosiguiendo con los paralelismos, uno de los elementos que Katla comparte con su inspiradora Solaris, y que nos parece muy acertado, es el hecho de que nunca se nos da una explicación satisfactoria de por qué ocurre lo que ocurre, pero tampoco hace falta indagar más al respecto. ¿Cuál es la línea a partir de la cual algunas veces somos capaces de aceptar explicaciones muy básicas, parciales, o incluso absurdas, pero otras veces no?
La clave siempre está en la coherencia, pero también en dar el grado de explicación necesario. En ese sentido, nos vienen a la cabeza los ejemplos de dos películas casi coetáneas: Moon (2009) y Código Fuente (2011), ambas además dirigidas por la misma persona (Duncan Jones, quien además escribió la premisa de la primera). Aunque Código Fuente basaba su argumento en una tecnología más fantasiosa que la de Moon, pues transitaba entre la reconstrucción virtual del pasado y la creación de líneas temporales alternativas, el hecho de que nunca se nos llegara a explicar el porqué de su existencia, ni muchos detalles de su funcionamiento (que de hecho eran ignorados incluso por sus creadores), la hacía relativamente verosímil. En cambio, en Moon, la revelación de que «la Compañía» (léase en tono ominoso) había montado un complicadísimo sistema de clones engañados para que se dedicaran al manejo de la base lunar se hacía altamente inverosímil ya se que presentaba todo ese sofisticado (y costosísimo) tinglado como una forma de… ahorrarse el coste de la instrucción y el sueldo de una plantilla de astronautas. Muchas veces, menos es más, y es mejor dejar algo en el tintero que dar explicaciones. En ese sentido, Katla se limita a explicar qué es lo que crea a los doppelgängers, pero sin decirnos cómo lo hace ni porqué lo hace (y es tremendamente aventurado suponer que existe alguna motivación para la creación de los doppelgängers, pues podría tratarse de un fenómeno completamente accidental). Y esta parquedad en las explicaciones nos parece perfecta.
Si tenemos que lamentarnos de algo, diremos que en el episodio final hay una escena filmada de forma deliberadamente confusa para que los espectadores, al menos con el primer visionado, no puedan estar seguros de qué es lo que ha ocurrido exactamente. Se puede debatir si esto era un intento de generar un cliffhanger, o sencillamente que el subtexto de la escena era que cualquiera de los desenlaces posibles venía a ser lo mismo (un poco como el final de Inception, en el que lo importante no es si la peonza va a caerse o no, sino que a cierto personaje ya no le preocupa eso). En todo caso, se trata del único momento en que la serie se comporta de forma deshonesta con los espectadores, al «escamotearles» una información que los personajes de la serie sí que tienen, y es un intento de filigrana narrativa que se podían haber ahorrado.
Nuestra valoración general es que Katla es una historia original (que se inspira en Solaris pero la adapta a un contexto contemporáneo) que resulta interesante por cómo la enfoca y por tener un estilo distinto al habitual en las series estadounidenses o británicas que copan el mercado audiovisual. Pero no es una serie para todos los públicos ni todos los gustos debido a las razones ya citadas, pues los espectadores actuales han sido (mal)educados en estar buscando constantemente pistas y conexiones para la resolución de misterios, y eso no es lo que busca ofrecer Katla.
(1)
Decidan ustedes si prefieren la versión de 1956 o la de 1978, pero la de 2007 con Daniel Craig se la pueden ahorrar sin ningún remordimiento.
(2)
Si fuera «declarada» probablemente habría cierto temita de derechos de autor y propiedad intelectual que habrán preferido ahorrarse.
(3)
Podemos dar fe de que el siguiente diálogo ha sido mantenido en la vida real: – Estoy viendo Katla. -Yo empecé a verla, pero dejé de hacerlo porque me parecía un tostón. – Pues yo, por lo que he visto hasta ahora, estoy casi seguro de que es una adaptación de Solaris. -¡Anda, no me digas! Pues teniendo en cuenta esa posibilidad, me empiezan a venir ganas de continuar por donde la dejé.