Una Fundación con los cimientos de barro

Después de Dune, llegó la adaptación de otro gran clásico de la ciencia ficción: la saga de la Fundación, escrita por Isaac Asimov y adaptada en formato de serie por Apple TV+. Se trata de una producción visualmente espectacular que ya desde el primer capítulo nos avanza que no se está limitando a adaptar únicamente la primera novela (Fundación, 1951) sino también sus secuelas en cierta medida. Cabe recordar la significación de la obra adaptada, pues Fundación es probablemente la obra más popular de Isaac Asimov, uno de los escritores más relevantes de la historia de la ciencia ficción.

El mismísimo Hari Seldon

Como ya hemos mencionado en otras ocasiones, cuando se decide adaptar una obra a un medio distinto (o se adapta una obra en el mismo medio que el original, pero de una forma diferente) se pueden elegir dos caminos. El primero consiste en intentar plasmar con la máxima fidelidad la obra original, dejando de lado aspectos que pueden haber envejecido mal, o que no aportan demasiado, pudiendo ser la película de Dune dirigida por Denis Villeneuve el ejemplo más reciente. El otro camino conlleva tomar la obra original como una historia a contar, y hacerlo manteniéndose fiel al espíritu de esa obra aunque no se respete la letra. Como ejemplos de este camino encontraríamos el guión no filmado de Straczynski sobre Guerra Mundial Z, o el anime Conan, el niño del futuro, de Hayao Miyazaki, que fue más allá de la obra en la que se basaba: la novela juvenil The Incredible Tide de Alexander Key. En esta segunda categoría también podríamos incluir las películas que son adaptaciones de otra película, como Los Siete Magníficos de John Sturges, la clásica adaptación de Los Siete Samuráis de Akira Kurosawa.

Partiendo de esta base, el material original de Fundación presenta muchas dificultades para poder adaptarlo fielmente tanto en lo que se refiere a su contenido (una historia que se desarrolla a lo largo de un periodo de tiempo de 500 años en la que, debido a eso, los protagonistas de una época van siendo sustituidos por los de otra posterior y en numerosas ocasiones la acción consiste en un grupo de personas manteniendo debates sesudos alrededor de una mesa) como a su estilo, muy vinculado al hecho de que la trilogía original de novelas fuera escrita en los años 1950, por lo que algunos de sus aspectos temáticos han quedado bastante desfasados o superados (por ejemplo, ¿cuál es la línea entre la psicohistoria y la predicción por machine-learning de una IA de hoy en día?), así como personajes (en especial en los relatos de la primera novela) que no van más allá de ser meras carcasas al servicio de la historia.

Todas estas dificultades hacen muy difícil una adaptación que siga el primer camino, y llevan casi forzosamente al segundo. De esta manera, se parte de la base de un imperio en proceso de descomposición, donde un científico predice su futuro colapso ya imposible de evitar e idea un plan para minimizar la duración de la edad oscura venidera. Más allá de esto, la adaptación dispondría de una gran libertad creativa.

Una vez vista la primera temporada, nos hemos quedado con la impresión de que dicha libertad creativa ha sido tremendamente desaprovechada, ofreciéndonos un producto donde prima la pretenciosidad y falta la sustancia. Veamos cómo ha ocurrido esto.

En el proceso de adaptar Fundación, han decidido estructurar la historia en tres líneas argumentales, dos de las cuales parecen inspiradas en la obra original, mientras que la tercera es por entero de nuevo cuño. Tenemos por un lado la historia de Salvor Hardin y las vicisitudes que padece la colonia del planeta Términus (donde ha sido establecida la epónima Fundación), por otro lado tenemos las peripecias de la joven Gaal Dornick, atrapada en los misterios del Plan Seldon, y por último están las intrigas políticas de la dinastía genética de los emperadores Cleón.

Los tres emperadores.

Curiosamente, es la trama concerniente a los emperadores Cleón, que es además la de creación totalmente nueva, la que acaba siendo más interesante. La dinastía clónica (el emperador no tiene hijos, sino que el fundador de la dinastía va siendo clonado periódicamente) parece ser un recurso para antropomorfizar el Imperio Galáctico, y poder hacerlo con un mismo trío de actores a lo largo de décadas o siglos de trama. Ya haya sido intencionadamente o por algún azar, han conseguido que este trío de personajes sean lo que más empatía generan (aunque no sean precisamente los más simpáticos), tal vez porque los conflictos que deben encarar sean los que nos parezcan más cercanos (el miedo del joven futuro emperador a que se descubra que no da la talla, o la senectud y decrepitud de uno de los clones de mayor edad) o interesantes (la manera en que el emperador afronta el que su posición sea puesta en duda por un movimiento religioso con muchos seguidores).

Esta trama, que podríamos denominar «la trama imperial», debería ser también la que se dedicara a darnos información acerca de lo que está ocurriendo a escala galáctica (la historia versa sobre el colapso de una civilización interestelar, ¿recuerdan?), pero su labor a ese respecto es deplorable, porque no se visualiza en absoluto la magnitud de los acontecimientos. A lo largo de toda la temporada se ha priorizado el drama personal de emperadores tanto futuros como eméritos, llegando al punto de que ni siquiera se ha contextualizado mínimamente en qué consiste el Imperio Galáctico. ¿Es un régimen dictatorial? ¿Una burocracia indiferente? ¿Cómo afecta el Imperio a la vida cotidiana de las personas? ¿Qué grado de control ejerce sobre sus mundos? Como ejemplo de esta carencia de contexto, Synnax, el planeta natal de Gaal, está dominado por una especie de inquisición anticientífica, una situación ante la que el Imperio parece no querer hacer nada. ¿El Imperio no interviene porque no tiene potestad para hacerlo, o sencillamente no interviene porque no le importa? No se sabe.

Así pues, se produce la paradoja de que la trama de los cleones es la más interesante, pero no cumple la función narrativa que debería desempeñar, la de explicarnos lo que ocurre a escala global (pudiendo las otras dos tramas mostrarnos los efectos locales de esos acontecimientos de alcance galáctico). Por otra parte, puesto que la caída del Imperio Galáctico es inevitable (ya que esa inevitabilidad es una premisa fundamental de la historia), el interés por los dramas personales de los emperadores se ve limitado por el hecho de que sabemos de antemano que su destino acabará siendo trágico. Cuando llegue el momento en que el Imperio se venga abajo, todos los triunfos de los emperadores que hayamos presenciado habrán sido en balde y es lógico pensar que la dinastía Cleón será exterminada. A menos, claro está, que el Plan Seldon requiera la existencia de algún superviviente del linaje imperial como figura que otorgue legitimidad al Segundo Imperio prometido por el plan, pero resultaría ciertamente inquietante que el profesor Seldon hubiera llegado a la conclusión de que para sacar a la humanidad de una era de tinieblas es imprescindible la existencia de una figura de autoridad que gobierne esencialmente por derecho genético.

Y de fondo, tenemos otro aspecto que nos parece mejorable y que nos enlaza con la otra gran trama de la serie: la historia de Salvor Hardin y los dramas de la colonia de enciclopedistas en Términus: ¡parece que se han gastado todo el presupuesto en los efectos visuales y nos le ha quedado suficiente para escenas de multitudes! Para ser una historia de escala galáctica, nos falta gente, nos faltan elementos que transmitan esa grandeza, elementos que sí se veían en, por ejemplo, la serie de Juego de Tronos. En todas las escenas que transcurren en el palacio imperial, la presencia de personal de servicio suele ser escasísima. Los cleones, o bien están solos, o su única compañía es la de uno o dos sirvientes fieles. Y decimos que esto enlaza con la trama de Salvor Hardin porque este efecto queda magnificado allí: ¡todo se ve pobre y cutre! Desde la colonia de viviendas contenedor de Términus, que parece algo a medio camino entre un campo de refugiados y la fallida Nueva Caprica de Battlestar Galactica, y no la base de la que pueda surgir ninguna fundación que vaya a salvar la galaxia. La colonia parece estar habitada por cuatro gatos mal contados, y las fuerzas anacreontianas que les atacan son cuatro gatos más. De nuevo, nos falta grandeza para una trama que en el caso de Términus, si bien no es de escala galáctica, si lo es planetaria.

Salvor Hardin, una elegida.

¿Estamos diciendo que esta serie tenía que ser un baño de masas cual película bíblica de los años 1960 de esas que emiten en Semana Santa? No necesariamente. Pero la incapacidad material de representar la magnitud de la historia solo se puede remontar de una forma: con el poder de un buen guión. Y aquí, tristemente, de momento no lo hemos visto, y no albergamos muchas esperanzas de llegar a verlo en el futuro.

La historia de Salvor Hardin en Términus, los intentos de establecer la Fundación y las maldades cometidas por los anacreontianos nos han sido presentadas como una trama de space opera lo más genérica, con unos villanos cuyo plan se reduce a hacerse con una superarma para llevar a cabo una venganza nihilista contra el Imperio. Y todo se va desarrollando de una manera tan manida y previsible, que cuando asaltan la nave/superarma perdida solo falta que aparezcan los masticadores de Galaxy Quest.

En cuanto a la tercera trama, que nos cuenta las peripecias de la joven Gaal mientras intenta averiguar en qué consiste realmente el Plan Seldon, no hay mucho que decir. Es la trama que debería ir revelando misterios, pero parece más preocupada en ir planteando incógnitas que ya serán explicados en alguna temporada posterior. En todo caso, no ayuda en absoluto que Gaal ejerza de narradora de vez en cuando, con su voz en off soltando frases grandilocuentes pero carentes de significado, un recurso burdo e innecesario que no aporta nada más allá de disipar cualquier duda respecto a la supervivencia de Gaal, puesto que menciona ocasionalmente sucesos que aún no han ocurrido en el momento en que transcurre esta primera temporada.

Gaal, otra elegida, y su mentor

Cabe decir que las novelas tienen un inconveniente que supone un gran obstáculo para su adaptación al medio audiovisual: la psicohistoria (que es lo que ha hecho posible el Plan Seldon) puede predecir el comportamiento de grandes masas de personas, pero no el de individuos. Esto significa que las sucesivas crisis anticipadas por esta ciencia no pueden ser solventadas mediante hazañas o heroicidades individuales. Un aspecto crucial de las novelas es que el profesor Seldon ha dispuesto las cosas de tal manera que, cada vez que se produzca una crisis, la libertad de acción de los habitantes de la Fundación establecida en Términus estará tan limitada que solo habrá un camino a seguir, que será el que les permitirá solucionar la crisis y continuar con el Plan Seldon.

Debido a esto, toda forma de resolver dichas crisis que trate de respetar el espíritu del material original no puede depender de las virguerías efectuadas por héroes de acción, que es precisamente en lo que convierten al personaje en Salvor Hardin en la serie; en vez de eso, deberían ser una especie de «El Ala Oeste de la Alcaldía de Términus». Es decir, tramas donde abunde la política y la diplomacia y escasee la acción individual. Evidentemente, resulta difícil escribir historias de este tipo que logren encandilar al público generalista, pero dado que la propia «El Ala Oeste de la Casa Blanca» logró durar siete temporadas, no era demasiado pedir que «Fundación» hubiera tenido un estilo parecido durante sus dos primeras temporadas (que habrían bastado para cubrir el primer libro), pudiendo adoptar a partir de la tercera temporada un estilo mucho más aventurero, ya que la serie de novelas hace lo mismo a partir del segundo volumen.

Algunos detalles nos generan la impresión de que ciertos aspectos de la adaptación no se han pensado muy bien (o no se han pensado en absoluto). Un ejemplo es la forma en que se muestra la elaboración de la Enciclopedia Galáctica (el repositorio de información que permitirá reconstruir la civilización interestelar tras el colapso del Imperio), que se limita a un par de discusiones entre supuestos sabios en torno a qué información conviene priorizar para su conservación. Semejantes debates podrían tener sentido en la época en que se escribió la novela, pues en los años 1950 Asimov no podía ni soñar con la capacidad que tendrían los medios de almacenamiento de información actuales, pero hoy en día dicha discusión carece de sentido, pues los espectadores saben que la capacidad para almacenar información es un problema virtualmente inexistente. Parece tratarse de un caso de haber leído la letra del texto original y no entenderla, combinado con cierto desconocimiento de las capacidades actuales de la informática.

Esto no lo salva ni Lee Pace en taparrabos

Por último, un aspecto que nos hace abrigar pocas esperanzas respecto a cómo vaya a desarrollarse la historia en las siguientes temporadas de la serie es que han adoptado una aproximación con misterios al estilo de «Perdidos», convirtiendo la Bóveda (que en las novelas no albergaba ningún misterio) en un artefacto enigmático, y presentando la figura de no solo un Elegido, ¡sino dos! El primero, Salvor Hardin, que desde el primer momento sabemos que es especial debido a su capacidad para acercarse a la dichosa Bóveda, y luego Gaal, a la que veremos hacer gala de habilidades sobrehumanas y casi sobrenaturales. ¿No habíamos quedado en que la psicohistoria se basa en comportamientos colectivos y no en las acciones de individuos especiales?

En definitiva, esto no pinta bien. La «Fundación» de Apple parece estar alardeando de ser una serie de «ciencia-ficción sesuda», cuando en realidad lo que nos está contando es una «space opera» enrevesada en la que dos de sus tramas (los comienzos del Plan Seldon y la ocupación anacreontiana de Términus) intentan disimular mediante la acumulación de misterios lo fallidas que son como adaptación de la obra original, mientras que la tercera trama (la de las intrigas palaciegas en Trántor) es la única que funciona bien, tal vez por ser una historia que no existe en las novelas. Los efectos visuales y el diseño de producción son de una calidad tremenda, pero el equipo de guionistas parece tan ciego a lo endeble de la historia que nos están contando como los ciudadanos del Imperio Galáctico lo estaban ante el inminente colapso de su sociedad.

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